lunes, 4 de septiembre de 2017

112 años de Natalicio del Poeta Poeta Barinés, Alberto Arvelo Torrealba,

Autor del poema “Florentino y el Diablo”

***Este poema describió la esencia de nuestro pueblo, siempre dispuesto a luchar a pesar de la adversidad y a pesar del enemigo. Por ello, en 2004, el Comandante Hugo Chávez, lo utilizó en su campaña en el triunfo en el Referéndum Revocatorio, entendiendo que contenía el más alto carácter patriótico del pueblo***  

Este poeta nació el 4 de 9 septiembre de 1905 en el estado Barinas, escribió una de las obras más celebres Florentino y el diablo.






En el portal de VTV lo describen como Hombre de elevada preparación académica, cumplió distintos roles en servicio de la nación, desde docente, gobernador de Barinas, ministro y embajador de Venezuela.

LORENTINO Y EL DIABLO
Por: Alberto Arbelo Torrealva
El coplero Florentino 
por el ancho terraplén 
caminos de El Desamparo 
desanda a golpe de seis.

Puntero en la soledad 
que enlutan llamas de ayer; 
macolla de tierra errante 
le nace bajo el corcel.

Ojo ciego el lagunazo, 
sin junco, garza ni grey; 
dura cuenca enterronada 
donde el casco da traspié 
Los escuálidos espinos 
desnudan su amarillez. 
Las chicharras atolondran 
el cenizo anochecer. 
Parece que para el mundo 
la palma sin un vaivén.

El coplero solitario 
vive su grave altivez 
de ir caminando el erial 
como quien pisa vergel. 
En el caño de las ánimas 
se para muerto de sed 
y en las patas del castaño 
ve lo claro del jaguey.

El cacho de beber tira. 
Al agua lo oye caer; 
cuando lo va levantando 
se le salpican los pies, 
pero del cuerno vacío 
ni gota pudo beber. 
Vuelve a tirarlo y salpica 
el agua clara otra vez; 
ávido sorbo susurran 
los belfos del palafrén; 
dulce rosario destila 
del empapado cordel, 
mas sólo arena los ojos 
en el turbio fondo ven.

Soplo de quema el suspiro 
doblada espiga sin mies 
la savia ardiente en la imagen 
de nunca reverdecer.

Mirada y rumbo el coplero 
pone para su caney 
cuando con trote sombrío 
siente un jinete tras él. 
Negra se le ve la manta 
negro el caballo también; 
bajo el negro pelueguama, 
la cara no se le ve.

Pasa cantando un romance 
sin la mirada volver: 
“En negra orilla del mundo 
se han de hallar de quien 
a quien aquél que ve sin mirar 
y aquél que mira sin ver. 
Cuando esté más hondo el río 
aguárdeme en Santa Inés, 
que yo lo voy a buscar 
para cantar con usté. 
Soy retador de juglares 
desde los siglos del rey. 
Le sobra con esperarme 
si me quiere conocer.

Mala sombra del espanto 
cruza por el terraplén, 
hacia mármoles de ocaso 
se alarga como un ciprés, 
jinetes de lejanía 
la acompañan en tropel, 
la encobijan y la borran 
pajas del anochecer.

La palma en la luz agónica 
centra pávido ajimez.

Florentino taciturno 
coge el banco de través, 
puntero en la soledad 
que enlutan llamas de ayer, 
caminante sin camino, 
resero sin una res, 
parece que va soñando 
con la sabana en la sien.

En un verso largo y hondo 
se le estira el tono fiel, 
con su América andaluza 
en lo español barinés: 
“Sabana, sabana, tierra 
que hace sudar y querer, 
parada con tanto rumbo, 
con agua y muerto de sed. 
Una con mi alma en la sola, 
una con Dios en la fe, 
sobre tu pecho desnudo 
yo me paro a responder. 
Sepa el cantador sombrío 
que yo cumplo con mi ley 
y como canté con todos 
tengo que cantar con él”.

Noche de fiero chubasco 
por la enlutada llanura 
y de encendidas chipolas 
que el rancho del peón alumbran.

Adentro suena el capacho, 
afuera bate la lluvia; 
vena en corazón de cedro 
el bordón sangra ternura.

No lejos asoma el río, 
pecho de sabana sucia; 
inmóviles carameras 
pávidos brazos desnudan.

Escombro de minas lóbregas 
el trueno arrastra y derrumba, 
más allá coros errantes, 
ventarrón de negra furia; 
y mientras se duerme el son 
en las cuerdas vagabundas 
el rayo a la palma sola 
le tira señeras puntas.

Canta una voz sabanera 
por el pensamiento pura, 
por la ilusión cristalina 
por el aguardiente turbia:

“Piqué con la media noche 
cimarroneras en fuga, 
le eché soga a un orejano 
y enlacé la media luna.  

Después cruzando sediento 
sobre la arena desnuda 
vide la tierra estrellada 
con lirios de primera lluvia.

“Y comó si todo fuera 
por caprichos de fortuna, 
le abrí mi lazo al amor, 
solo enlacé la amargura.

Desde entonces en mi libro 
hay nomás que dos pinturas: 
el chaparro en la candela 
y el pinpollo en la garúa.

Por eso sé distinguir 
en los ayes que te cruzan, 
montaña de Santa Inés, 
clamor de la gente tuya:

Fusileros federales 
en godas cabalgaduras 
anunciando la pelea: 
la del siempre con el nunca”.

Súbito un hombre a la puerta: 
Indio de grave postura, 
ojos negros, pelo negro, 
frente de cálida arruga, 
pelo de guama luciente 
que con el candil relumbra, 
faja de hebilla lustrosa 
con letras que se entrecruzan. 
Mano de sobrio tatuaje, 
lunar de sangre en la nuca. 
Un golpe de viento guapo 
le pone a volar la blusa 
y se le ve jeme y medio 
de puñal en la cintura.

Entra callado y se aposta 
para el lado de la música 
dos dientes de oro le aclaran 
la sonrisa taciturna.

“Oiga, vale, ese es el diablo”, 
la voz por la sala cruza, 
Fíjese cómo llegó, 
sin cobija ni montura; 
planchada y seca la ropa 
con tanto barrial y lluvia. 
Alpargatas nuevecitas, 
relucientes de negrura. 
Dicen que pasó temprano 
como quien viene de Nutrias, 
con un oscuro bonguero 
por el paso de las Brujas.

Florentino está silbando 
sones de añeja bravura 
y su diestra echa a volar 
ansias que pisa la zurda, 
sol menor de soledades 
que los dedos desmenuzan, 
cuando el indio pico de oro 
con su canto lo saluda.  

EL DIABLO
Catire quita pesares, 
contéstame esta pregunta: 
¿Cuál es el gallo que siempre 
lleva ventaja en la lucha, 
y aunque le tumben el pico 
tiene picada segura?

FLORENTINO
El gallo que se rebate 
y no se atraviesa nunca, 
bueno si tira de pie, 
mejor si agarra en la pluma.  

EL DIABLO
Si sabe tanto de todo 
diga  ¿cuál es la república 
donde el tesoro es botín 
sin dificultad ninguna?

FLORENTINO
La colmena en el papayo, 
que es palo de blanda pulpa: 
el que no carga machete 
saca la miel con las uñas.

EL DIABLO
Respóndeme la tercera, 
si contesto la segunda: 
¿Cuáles son los cuatro ríos 
llevan la misma ruta, 
silentes si no los pasan, 
sonoros cuando los cruzan?

FLORENTINO
Las cuatro cuerdas del cuatro 
en pecho de quien las pulsa, 
salpica el tono en el traste 
como en la piedra la espuma. 
El que interroga se enreda 
en sus propias conjeturas 
si el que aprendió a responder 
juega con la repregunta.

EL DIABLO
Defiéndase de la cuarta 
si tiene tanta facundia: 
¿Quién sin látigos ni espuelas, 
jinete, la marcha apura 
sobre el que no dá caballo 
pero sí puede dar mula?

FLORENTINO
Esa pregunta retrata 
en pelo como en jamuga 
al muchacho que va al trote 
y acelera por la grupa 
si le hace al burro cosquillas 
donde fue la matadura.

EL DIABLO
Le prevengo que la quinta 
lleva veneno en la punta: 
dígame si anduvo tanta 
sabana sin sol ni luna: 
¿Quién es el que bebe arena 
en la noche más oscura?

FLORENTINO
No ando escondiendo mi sombra 
ni me espanto de la suya 
lo malo no es el lanzazo, 
sino quien no lo retruca. 
Sobre los suelos errantes, 
bajo la sed de las dunas, 
por la ribera del mar 
y en la mar de estas llanuras 
cuando se quema hasta el aire 
y se tuesta la laguna 
tiene que beber arena 
el que no bebe agua nunca.

EL DIABLO
No me termine el velorio, 
ligando el café con brusca, 
que murciélago no es pájaro 
ni papelón es azúcar. 
Si sabe, dé su razón, 
y si no, no dé ninguna, 
¿Quién en el zumo salobre 
de la sábila se endulza? 
¿Quién mitiga fuego amargo 
en jaguey de arena pura? 
¿Quién mata la sed sin agua 
en la soledad profunda?

FLORENTINO
El pecho del medanal, 
el romance que lo arrulla, 
la tronada que lo abisma, 
el ánima que lo cruza, 
el humo que lo encobija, 
el soplo que lo desnuda, 
la queja que lo salmodia, 
la candela que lo enluta, 
la palma que lo atalaya 
el lucero que lo alumbra 
la esperanza que lo siembra 
el dolor que lo fecunda. 
¿Qué culpa tengo señores, 
si me encuentra el que me busca?

EL DIABLO
Si me encuentra el que me 
busca 
el susto lo descarea; 
falta un cuarto pa’la una 
cuando el candfl parpadea, 
cuando después del chubasco 
la rama triste gotea, 
cuando el espanto sin rumbo 
pesaroso sabanea, 
cuando el ñénguere da el tono 
y la guacaba solfea, 
cuando mi aliento es la mar 
Y mi grito es la marea 
cuando Florentino calla 
porque se le va la idea, 
cuando canta la pavita, 
cuando el gallo menudea.

FLORENTINO
La garganta se me afina 
y el juicio se me clarea 
como el agua manadora 
que alumbrando gorgorea. 
Con la lección del turpial 
pulo el canto en la pelea; 
y con la del espinito 
que en ceja’ e monte florea 
le doy aroma al que pasa 
y espino al que me menea.

EL DIABLO
No le envidio al espinito 
las galas de que alardea; 
Cuando la candela pasa 
la pata se le negrea; 
creciente inunda su sombra, 
hormiga lo amarillea, 
cigarrón chupa sus flores, 
bachaco anida en su brea, 
verano le tumba la hoja, 
huracán lo zarandea.




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