Excelente articulo tomado de Ivan Trujano.Biólogo @IvanTrujano
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Estos espacios, palabras más palabras menos, se auto definen actualmente como centros cuyos objetivos son la recreación, la educación, la investigación y la conservación de especies de fauna silvestre; tienen una historia larga y teóricamente han pasado de ser centros de entretenimiento puro y duro a centros de cultura ambiental en donde se realiza investigación para la conservación de la vida silvestre; sin embargo, al respecto existe un debate internacional con dos posiciones encontradas: a) la que pugna por la desaparición de estos espacios bajo las premisas fundamentales de que resultan “anti-éticos” sobre todo por el mantenimiento en cautiverio de los ejemplares, e inútiles pues argumentan que la conservación ex situ no funciona ya que a causa de la falta de interacción individuo-ambiente, solo una parte de la variabilidad genética del taxón se conserva; y b) la que propone la continuidad de estos espacios como modernas arcas de Noé con ejemplares mantenidos a resguardo en espacios amplios y naturalizados que funcionen solo como albergues temporales auxiliares en la transición hacia sitios donde se distribuyen naturalmente, más planeados para los visitados que para los visitantes.
No importando tu afinidad o la mía con una u otra de las posiciones anteriores, lo cierto es que la existencia de estos espacios está garantizada al menos en el mediano plazo porque: 1) resultan una vía, si no “la vía” para brindar al público en general (millones de seres humanos) la experiencia de acercarse a la fauna que no pertenece a su contexto, 2) porque con todos sus “asegunes” son acervos en donde se puede realizar investigación científica (http://goo.gl/5FBFtp) y 3) porque son un negocio (si tú crees que un negocio es tan solo la obra de satán y el máximo pecado capitalista que convierte al hombre en el lobo del hombre, te invito a leer este sucinto texto http://goo.gl/dd9B5p). Es una realidad indiscutible, todos estos espacios son también negocios, algunos buenos y otros malos; y es que para su operación, realización de actividades conservacionistas y para obtener legítimamente ganancias para sus dueños (sean estos individuos u organizaciones), requieren necesariamente operar un modelo de negocio rentable. Dichos modelos de negocio podrían dividirse entre los que apuntan a conseguir fondos de un público “donante” como empresas, filántropos y gobiernos, y otro que se basa en obtener recursos del público en general que paga entradas; este texto se focaliza en éste último.
Este modelo de negocio, al menos en México, se ha estandarizado tanto que actualmente para el visitante común, si no es por el tamaño y la cantidad de cartón-piedra usado, es virtualmente imposible diferenciar uno de otro pues el valor que ofertan a sus visitantes está basado fundamentalmente en las siguientes premisas:
1.- La parafernalia “africanizante”. Las instalaciones tienden a la monumentalidad para imitar simplona y costosamente la pomposidad del Kilimanjaro o el verdor recalcitrante de una selva tropical con el objetivo de impresionar las sensaciones más básicas de los visitantes, los vehículos que usan están maquillados para parecer Land Rover´s y los señalamientos y fichas técnicas se enmarcan estrictamente en bambú o imitación de éste; lo que buscan es hacer sentir al visitante un safari pero barato, al alcance de la mayoría. Es una fijación en donde los responsables de estos espacios repiten hasta el hartazgo una fórmula simplona que no precisa de creatividad, que propone el acercamiento a la naturaleza como si los humanos fuésemos algo aparte, que impone al visitante el rol de explorador en un mundo ajeno, reafirmando así el dogma del humano como un “no animal” que desde su “privilegiada posición evolutiva” ve el resto del mundo hacia abajo; por tanto ésta premisa cierra la puerta al desarrollo de nuevos paradigmas, a la creación de nuevas experiencias concordantes con necesidades desatendidas históricamente, deseos y posiciones ideológicas emergentes cada vez más extendidos (y en el mediano plazo ampliamente extendidos) cuya satisfacción significará ingresos para seguir cumpliendo con sus objetivos; es decir, los zoológicos están engolosinados con el presente que funciona y ciegos ante el futuro inmediato que se les viene encima.
2.- El atractivo basado en el número de especies, ejemplares y su grandiosidad. Jirafas, elefantes, leones, tigres, los mamíferos más grandes y si son albinos mejor, las serpientes más venenosas, grandes y/o coloridas; las crías son pasto de la publicidad simple y atractivos temporales que buscan elevar los ingresos mediante el sortilegio mil veces usado de “ponle nombre al nuevo bebe de…”, el objetivo es vender entradas siendo raro, rarísimo, rayando a veces en la monstruosidad; pero como cada zoo en México apuesta por eso, la estrategia se convierte entonces en un cliché, en un estereotipo indiferenciado; como si la fauna y la biodiversidad en general no tuviera elementos suficientes para generar atracción y experiencias más allá de formas, tamaños, colores y sentimentalismos baratos; un aspecto de la biología de una especie bien platicado, bien contado, es mil veces más atractivo e ”involucrador” (lo he practicado muchas veces) que un oneroso despilfarro de músculo, escamas o plumas exóticas; es una realidad que los zoo´s en México se niegan a experimentar y como consecuencia asumen costos enormes de operación que además no le brinda diferenciación a su oferta de valor.
3.- Pintarle a la fauna la cara de payaso. Es una realidad, estos espacios para vender entradas ofrecen entretenimiento y diversión, en ese sentido la fauna se convierte en parte de un espectáculo, en elementos que ayudan a crear una experiencia (la del safari barato, que mencionaba líneas arriba), dejando de lado la construcción de lealtades, de vínculos con la naturaleza; ante la realidad actual y las tendencias concientizadoras, es imprescindible que para su sobrevivencia futura los zoológicos en México apunten a esquemas alternativos que propongan el valor del conocimiento sin sonar a compilados enciclopédicos, que vendan entradas ofreciendo entretenimientos más profundos y memorables que no se basen en la superficialidad del ejemplar encerrado, que no subestime al visitante considerándolo tan solo un boquiabierto que se impresiona sólo con antorchas y colmillos; y es que siempre será mejor apostar a la razón obtenida de la experiencia, que al espectáculo fútil de los sentidos; el conocimiento gana lealtades, el espectáculo solo compradores y el zoo que no logre ver la diferencia, la conveniencia y rentabilidad entre ambas situaciones, será siempre uno más.
4.- Los complementos comunes. Bajo la lógica de la diversión, el entretenimiento y la necesidad del aumento de los ingresos, los zoo´s mexicanos se han involucrado en la construcción de actividades periféricas que ofrecen y venden al interior de sus instalaciones; se han vuelto comunes las granjas de “animales acariciables”, las tirolesas, los shows de animales entrenados y la renta de espacios para eventos sociales; otra vez es una fórmula extendida que no aporta nada nuevo, lo hace el zoo pequeño de un municipio y lo hace el gran zoo privado, cartón más, cartón menos, son indistinguibles. Hay una escasa generación creativa que construya atractivos diferentes ligados a la fauna, a lo más se imitan esquemas de otras partes del mundo, un mariposario, un recorrido nocturno… se prefiere la repetición por sobre la innovación, no existe un solo atractivo que haya sido generado por un zoo mexicano (quizá solo en el sureste del país con la mezcla eco-cultural, aunque abiertamente no se autodefinan como zoo´s).
5.- La apuesta es por el público regional y si acaso por el nacional. La indiferenciación de la oferta de valor en los zoo´s mexicanos les obliga a restringir sus ingresos vendiendo al público nacional o regional, ninguno de éstos espacios se ha podido constituir como una atracción internacional, pocos extranjeros viajan a México para visitar tal o cuál zoo (de nuevo quizá la excepción sean los del sureste, aunque el auge turístico de ésta región ayuda mucho, así como el zoo público más grande por su tenencia de Pandas); es decir, el zoológico de San Diego, el Animal kingdom, el de Berlín o el de Singapur son sitios que por sus innovadoras ofertas de valor atraen al mundo; los zoo´s mexicanos por su parte apuestan sólo a los mexicanos y bueno, no es que este mal pues es un mercado enorme, pero si se trata de obtener recursos para los fines del centro zoológico ¿por qué conformarse?.
Estas 5 premisas parecieran una especie de “mantra” para los zoo´s mexicanos y derivan necesariamente en enormes costos de operación; al menos en nuestro país, el modelo de negocio de los zoológicos en lo referente a la venta de entradas, es uno, es plenamente identificable y ha dejado de ser innovador, ojo, con esto no quiero decir que dicho modelo no funcione actualmente, pero es claro que en un tiempo dejará de funcionar, pues si bien considero que la existencia de éstos espacios ésta garantizada en el mediano plazo, su desaparición también lo ésta en el largo plazo, fundamentalmente porque la pugna por la desaparición de estos sitios gana terreno, la ola animalista se expande con rapidez y no considera argumentos válidos los proyectos de conservación, la generación de empleos o la derrama económica; en ese sentido al negocio de los zoo´s mexicanos más le vale reinventarse, apostar por la innovación, por la creación de nuevos atractivos, por el establecimiento de nuevos paradigmas que analicen y valoren las tendencias emergentes, por la construcción de experiencias no vistas y arriesgadas, por la adopción de visiones mercadológicas que trasciendan la venta de fauna con la cara pintada de payaso; es una cuestión de mera y simple supervivencia, al que le parezca exagerado, que me busque en 15 años.