- Francia Márquez se ha enfrentado sin temor a las mafias de la minería ilegal y no ha dudado en protestar contra las acciones del gobierno colombiano que pretenden darle vía libre a la minería en Suárez, Cauca.
- Francia hace parte de la lista de 80 líderes afrocolombianos amenazados. Su lucha en 2014, junto a otras 80 mujeres, marcó un hito en la batalla contra la minería ilegal en Colombia.
Francia Márquez Mina es la tercera mujer colombiana en ganar el premio ambiental Goldman, el reconocimiento más importante del mundo al trabajo comunitario de líderes ambientales que han luchado por la defensa de sus territorios y sus actividades tradicionales.
Francia es afrodescendiente, nació en la vereda Yolombó al norte del departamento del Cauca en el municipio de Suárez, en el suroccidente colombiano. A sus 36 años ha liderado una lucha incansable y valiente en contra de la minería ilegal desarrollada por grupos criminales que han intimidado y desplazado a sus comunidades; ha emprendido batallas legales en contra de la asignación de títulos mineros a las multinacionales que pretenden practicar la actividad en territorios ancestrales del norte del departamento del Cauca —zona con gran presencia de comunidades indígenas y afrodescendientes— y ha movilizado comunidades enteras, en especial grupos de mujeres, que reclaman la atención del Estado por sacar a la minería ilegal de sus territorios.
Convencida de que “el amor maternal tiene el poder para salvar al país de la historia de violencia, sufrimiento y tristeza que embarga a los colombianos”, Francia tiene claro que la defensa de su territorio ancestral, del agua y de la vida es una lucha que nunca podrá abandonar. Los mecanismos para lograr sus objetivos van desde la defensa jurídica hasta su participación en política para poder alzar su voz y generar cambios definitivos como lo hizo en las pasadas elecciones legislativas de marzo de este año.
Su conexión con la naturaleza y su conciencia ambiental la heredó de sus ancestros. Con tan solo 13 años ya era consciente de los derechos que tenían “los negros” sobre su territorio y su comunidad. Uno de los momentos más fuertes que vivieron las comunidades de Suárez se dio en 1983 cuando discutían sobre la desviación del río Ovejas para alimentar la Salvajina, una represa que causaría graves impactos ambientales y sociales en una comunidad de pescadores, mineros ancestrales, agricultores y balseros. Según la líder, todos, sin excepción, se opusieron. Después de eso empezó una lucha por la defensa del ambiente armonizada con el canto y el teatro, “de esa forma ayudaba a generar conciencia sobre la importancia de la protección del agua, la pesca y del río, que para nosotros eran como nuestros padres”, explica Francia.
Francia Márquez con su familia en el río. Foto: Premio Goldman. |
Pero en un país como Colombia la lucha ambiental de Francia estuvo acompañada por una violencia que nunca paró y que hoy la tiene en vilo. Según la líder, las amenazas continúan y vive bajo un esquema de seguridad que la protege a ella y a sus dos hijos adolescentes. Un esquema que han querido quitarle en varias ocasiones pero que milagrosamente aún conserva.
Una historia de violencia
En el 2001 “tuvimos la presencia paramilitar en la región, en Suárez” y eso terminó con la masacre del Naya perpetrada presuntamente por el bloque Calima presente en la zona y paradójicamente, denuncia la ambientalista caucana, “después de la masacre el gobierno entregó títulos de explotación minera sobre el territorio”. De esta manera, La Toma, el corregimiento en el que Francia vivía con su familia, pasó a estar titulado de la noche a la mañana.
La ambientalista explica cómo tiempo después al lugar “llegó Héctor Jesús Sarria y en nombre de la empresa minera africana Anglo Gold Ashanti, le ofreció a la comunidad el desarrollo de proyectos productivos y herramientas de trabajo mostrando su buena voluntad”. La presencia de este personaje generó un rechazo por parte de la comunidad, “porque nos dimos cuenta que solo pretendían sacarnos de nuestro territorio y eso se evidenció cuando nos llegó una orden de desalojo. Empezamos entonces un proceso legal que terminó con una sentencia de la Corte Constitucionalen la que se impedía el desarrollo de cualquier actividad de explotación minera, se obligaba a las empresas a hacer consulta previa frente a cualquier proyecto. Además, con la sentencia nos restituyeron los derechos sobre nuestro territorio ancestral”.
Esa primera lucha en contra de la explotación minera y el desalojo de las comunidades de Suárez marcaría una disputa del territorio con otros grupos, esta vez mineros ilegales, que entraron desplazando a líderes y familias completas que desde hace más de 300 años hacían minería sin usar mercurio, heredando esta actividad entre las familias que explotaban los ríos y las montañas rojizas del Cauca gracias a los conocimientos ancestrales que se transmitieron de generación en generación. “Sin químicos que mataran el agua y los peces”, explica Francia.
En el 2014, los mineros ilegales comenzaron a operar 14 retroexcavadoras en las orillas del río Ovejas, cerca al corregimiento de La Toma, causando devastación y una tragedia ambiental local que fue rechazada por las comunidades. Con estas maquinarias despejaron bosques y cavaron pozos profundos, destruyendo el flujo natural del río y matando a los peces con mercurio. Esa parte dramática de la incursión de los grupos ilegales en Suárez, la cuenta Francia con voz fuerte e indignación.
Hordas de mineros ilegales descendieron a las fosas abiertas en una estampida por obtener el oro. Ninguno de ellos era dueño tradicional de la tierra y no pertenecían a ninguna gran familia de La Toma. Llegaron y comenzaron a utilizar mercurio y cianuro para extraer el oro de la tierra y la roca. Estos químicos tóxicos fluyeron directamente al río Ovejas, contaminando la única fuente de agua dulce de la comunidad. Los campos mineros se transformaron en pequeñas ciudades, con asentamientos ilegales de hasta 5000 personas, que además de afectaciones a la salud y el medio ambiente trajeron prostitución, uso de drogas ilegales y una violencia desenfrenada cuando los mineros atacaban y se enfrentaban con los residentes locales, comenta Francia.
Todo este desorden y atropellos contra su comunidad llevaron a que la líder afrocolombiana decidera estudiar leyes en Cali, la tercera ciudad más importante de Colombia y la más cercana a la región donde vivía. “Cuando necesitábamos desarrollar una acción legal para defendernos no había quien nos ayudara. No podíamos entablar tutelas ni derechos de petición”, asegura. Esa fue la razón por la que, no solo ella, sino otros líderes empezaron a estudiar diversas carreras profesionales. Pero la presión de la minería ilegal que persistía en La Toma la obligó a volver por la defensa de su territorio, ella no podía permitir que acabaran con el río ovejas y con su pueblo. Francia se enfrentó directamente a las retroexcavadoras, pero todo fue en vano.
Ese mismo año (2014) recibió amenazas que la obligaron a salir de La Toma, de su casa, en lo que recuerda como uno de los episodios más tristes de su vida. “Salir forzosamente desplazada con mis dos hijos, porque ibas a ir hasta mi casa para matarme fue muy triste. Personas conocidas me llamaron y me dijeron: ‘tiene que irse de aquí porque la van a matar’. Con mis dos hijos salí hacia una casa ajena y de ahí me fui a Cali, la ciudad más cercana donde me abrieron las puertas”, comenta Francia. “Era triste ver a mis hijos pequeños tan vulnerables, eso es lo peor que he vivido y no se lo deseo a nadie, incluso me sentí culpable porque creía que había puesto en riesgo la vida de ellos”, añade.
Rubén Darío Gómez Posada, director del Observatorio de Realidades Sociales de la Arquidiócesis de Cali, le contó a Mongabay Latam cómo conocieron a Francia Márquez bajo ese escenario de amenazas, desplazamiento y búsqueda de refugio en Cali. “Se ha caracterizado por ser una mujer valiente y defensora de la vida, es una mujer que luchó en el sur occidente del Cauca como defensora del territorio y del agua, en especial de los ríos Ovejas y Cauca. Ha sido primordial en muchas de las actividades de reflexión de su movimiento social”, afirma.
Gómez explica que la conocieron haciendo llamados y cuestionamientos muy certeros a esas lógicas de economías ilegales que “se levantan en detrimento de la casa común y los seres humanos”. Se trata de esas mismas economías ilegales que aún estando refugiada en Cali la impulsaron a protegerse entre las masas y salir a protestar en contra de la minería ilegal, a pesar de las amenazas de muerte que habían en su contra, comenta Gómez.
Sin desalentarse, Francia reunió a comunidad para planear una estrategia, sabiendo que ella tenía que unir a las mujeres de La Toma para salvar a su pueblo, a su río y a su gente. Recurrió al Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Colombia y luego organizó una marcha de 10 días, en la que junto a otras 80 mujeres caminaron 350 kilómetros, desde las montañas del Cauca hasta Bogotá, en noviembre de 2014. La marcha atrajo la atención nacional hacia la destrucción ambiental y social que la minería ilegal estaba causando en La Toma y otras poblaciones de la zona norte del departamento del Cauca.
Una vez en la capital de Colombia, Francia y las mujeres pasaron 22 días protestando en las calles. Finalmente y después de tanta insistencia, llegaron a un acuerdo con el gobierno nacional en diciembre de 2014. Acordaron tomar medidas para erradicar la minería ilegal en La Toma, con el compromiso de incautar y destruir las maquinarias dedicadas a esta actividad en la zona.
Como respuesta a esa gran lucha, en el 2015, el gobierno creó un grupo de trabajo nacional sobre minería ilegal, el primero de este tipo en Colombia. Como resultado directo del trabajo de Francia, todas las operaciones mineras ilegales en La Toma cesaron. A finales de 2016, toda la maquinaria que operaba fraudulentamente en La Toma había sido físicamente removida o destruida. Lo que no cambió: su vida siguió en riesgo.
“Hemos resistido muchas amenazas de muerte de las Águilas Negras y los Rastrojos (bandas criminales organizadas) que dicen que nosotros nos oponemos al desarrollo, que no permitimos que entren multinacionales y que estamos estancando el progreso del departamento del Cauca”, le dijo Francia a MongabayLatam.
Y aunque las amenazas continúan, Francia recuerda con emoción cómo en Cali le abrieron las puertas para protegerla y cómo se encontró con la solidaridad de cientos de personas. “He tenido momentos bonitos en mi vida y he vivido cosas que me inspiran a seguir luchando, como por ejemplo este premio ambiental tan grande. No podía creer cuando me dijeron que me había ganado el nobel del medio ambiente” dice entre risas. “Todavía no salgo de la emoción”, asegura.
Una candidatura en favor de los grupos étnicos
El discurso de Francia Márquez es fuerte, lo saca del corazón, de sus vivencias de amor real por la tierra y el agua y por las actividades tradicionales que se han visto afectadas por la minería ilegal y la contaminación que ha dejado en sus ríos, especialmente en Ovejas. Todo este gran proceso de lucha la impulsó a lanzarse a la política con un mensaje fuerte que conmovió a más de 14 000 personas que al final votaron por ella. Sin embargo, los votos no le alcanzaron para ser elegida.
Francia quería alzar la voz en el Congreso en nombre de su pueblo. “Una curul no te garantiza mucho pero desde ahí puedes fortalecer los procesos de las comunidades. Yo por lo menos esperaba tener la voz en ese espacio, una voz legítima que pudiera defender el derecho fundamental a la consulta previa que ha sido menoscabado porque para el gobierno hoy estos mecanismos son un obstáculo para el desarrollo, o más bien, para su visión de desarrollo”, afirma la líder.
Uno de los puntos fundamentales en los que quería trabajar en caso de llegar al Legislativo era en promover la participación política de las mujeres, “creemos que hay que participar y usar la forma maternal de cuidar a los hijos para transformar la política de muerte en una política que permita garantizar la vida”, dice con fuerza y convencimiento en medio del diálogo con ella.
Y mientras sigue explicando su gran apuesta política, asegura que “el segundo punto era el cuidado del territorio y articularnos en bancada con la gente que piensa que es posible un mejor para hacer control político sobre todos esos títulos mineros inconsultos en territorios de comunidades étnicas y así proteger sus derechos”.
A pesar del desplazamiento forzado por culpa de la violencia y de la contaminación del río Ovejas, lo más preciado para ella y su comunidad, Francia sigue sembrando la esperanza de un cambio en el país. Ese discurso inspirador y esa lucha por el ambiente que la rodea le otorgó el premio más grande del planeta para los líderes ambientales, como explica Rubén Darío Posada, director del Observatorio de Realidades Sociales de la Arquidiócesis de Cali.
Según Francia Márquez Mina, “cada movimiento a favor del ambiente, cada consulta popular que se gana en el país y cada vez que la Corte Constitucional falla a favor de las comunidades me llena de fuerzas. Para mí es una felicidad muy grande y siento que a pesar de que nos maten, nos desplacen y nos asedien vinculándonos con actores armados hay que seguir la lucha”, enfatiza con palabras que le salen del alma y se reflejan en sus ojos.
Como buena líder, siempre siembra la esperanza y ve las cosas en positivo. “Siento que se está creando una nueva conciencia en Colombia sobre la necesidad de cuidar el medio ambiente y frenar el calentamiento global. Y no es un discurso retórico, ya hay decisiones”, dice Francia. “Así el gobierno insista en mantenerse con su discurso económico extractivista”, remata.
Hace saber sus frustraciones, las cuales están fundamentadas en sus sufrimientos, pero aun así, ve un mejor panorama para el país gracias al despertar comunitario que hoy defiende con fuerza la naturaleza. “Para mí ha sido muy frustrante tener que defenderme del Gobierno cuando se supone que está para defender a la comunidad”, dice con total franqueza. “Las comunidades negras somos una gran familia que hemos basado nuestra economía en lo que nos proveen nuestros territorios, pero debido a esa gran riqueza hoy más de 80 líderes estamos amenazados de muerte”, dice Francia.
Sus críticas son duras. “Ellos (el gobierno) han perdido su razón de ser. En ese estado social de derecho deben trabajar por el bienestar social de todos los colombianos y colombianas y no por garantizarle el ‘derecho’ a los grandes sectores económicos y grandes empresas transnacionales de explotar un territorio que es nuestro”. Y finaliza recordando: “mirá lo que acabó de pasar con el derrame de petróleo”, refiriéndose al accidente generado por Ecopetrol, la empresa petrolera más grande del país, en el pozo La Lizama ubicado en el departamento de Santander, zona petrolera de Colombia, “cuántas comunidades afectadas porque hoy han priorizado la minería y la extracción de hidrocarburos como interés general, cuando debería ser el medio ambiente el interés principal. Yo creo que hay una visión equivocada, donde el gobierno va por un lado y las comunidades por otro y eso está generando conflictos que pueden llevar a que uno termine asesinado”, denuncia sin miedo la líder.
Según el comunicado de prensa del premio ambiental Goldman, el éxito de Francia Márquez en el corregimiento de La Toma en el Cauca “ha sido un poderoso ejemplo para otros en la región, inspirando a los residentes a resistir la minería ilegal en sus comunidades”. “Ella superó el sexismo, el racismo y la corrupción para liderar la lucha de La Toma y ahora busca representar a la comunidad afrocolombiana —y la administración de sus tierras ancestrales—”, razón por la cual le otorgaron el reconocimiento.
Como Francia Márquez, otros cinco líderes de diversos continentes, ganaron el galardón ambiental. Por América del Norte, la ganadora fue Lee Anne Walters, líder en la promoción del uso de agua potable en ciertos lugares del subcontinente.
La francesa Claire Nouvian ganó por Europa gracias a su trabajo por la prohibición en la Unión Europea del método de pesca de arrastre que está devastando los suelos marinos y acabando con especies de forma incidental.
Por Asia, Khanh Nguy Thi de Vietnam fue galardonada por utilizar la investigación científica para convencer al gobierno de dejar de usar carbón como fuente energética en el país, eliminando así más de 115 millones de toneladas de emisiones de dióxido de carbón al año.
Makoma Lekalakala y Liz Mcdaid de Sudáfrica, fueron galardonadas por detener el acuerdo nuclear que su país estaba desarrollando con Rusia, al tiempo que en Australia y las naciones insulares, específicamente en Filipinas, Manny Calonzo fue distinguido por su lucha en contra del uso y la producción de pintura a base de plomo, lucha que finalmente llevó a que el gobierno la prohibiera.
Este año las mujeres mostraron su liderazgo ambiental y comunitario obteniendo la mayor cantidad de reconocimientos por parte de lo que se conoce como el premio nobel del medio ambiente, otorgado por la Fundación Goldman.
¿Qué es el premio ambiental Goldman?
Fue creado en 1989 por los líderes cívicos y filántropos Richard y Rhoda Goldman. El Premio Ambiental Goldman es el más grande del mundo y honra a los activistas ambientales comunitarios para mostrar que los problemas ambientales son internacionales, dando un reconocimiento a individuos ordinarios que trabajan para proteger y mejorar el medio ambiente. De esta manera buscan inspirar a otros para que sigan el ejemplo de los ganadores del Premio.
Son seis ganadores, cada uno proveniente de una de las seis regiones continentales habitadas del mundo y son seleccionados por un jurado internacional entre un grupo de nominaciones confidenciales presentadas por una red mundial de organizaciones ambientales e individuos. Entre algunos de los ganadores se encuentran Berta Cáceres, la ambientalista indígena lenca, feminista y activista del medio ambiente hondureña que ganó el Goldman en 2015 y Rodrigo Tot, un líder aborigen de Agua Caliente, Guatemala, quien recibió el reconocimiento en el año 2017.